MUCHACHITO BOMBO INFIERNO: AZUL
Un compañero de trabajo me dijo una vez que yo tenía el cerebro dividido en compartimentos porque si no, no se entendía mi funcionamiento incoherente y absurdo, especialmente en lo que a tendencias musicales se refiere (la explicación la añado yo, él sólo aportó la primera parte). Me hizo gracia porque me imaginé que mi pobre cabecita era un archivador de cds, una torre de cajones como una que me compré hace años, en los que alguien se había tomado la molestia de incluir etiquetas sugiriendo clasificaciones: rock, jazz, contemporary, pop, etc.
Suponiendo que en mi malgastado cerebro tenga toda una armariada de cds perfectamente ordenados en compartimentos estancos, confieso hoy una debilidad, ahora que no me oye nadie: la rumba, o el flamenquito, la musiquita buenrollista, llamémoslo X. Esa música que huele a verano, a cervecita, a tapas de calamares y a noches de verbena y sudor.
Anoche rompí mi estricta rutina de sueño entresemanal y me fui a ver a Muchachito Bombo Infierno. Muchachito viene a ser la evolución de Peret a nuestros días, con un toque de Gato Pérez por momentos, ese toque que te hace imaginarte todas sus canciones pegadas al asfalto de la ciudad. Si Peret hoy en día tuviera 30 años menos, habría optado, como esta pandilla de catalanes irreverentes, por incluir arreglos de viento en sus temas y darle un aire de funky y hasta de hiphop al repertorio. Todos (Muchachito, Delinqüentes) beben de la fuente de Kiko Veneno, pero hay que decir que el maestro es otra historia y prefiere un estilo más depurado, molestándose en cuidar las letras para no primar únicamente el cachondeo gamberrete. Las referencias a Kiko son inevitables (incluso la versión del Si tú, si yo) pero Jairo (aka Muchachito) va más allá y se acompaña de una banda excepcional, con una sección de viento magnífica, lo que hace que sus conciertos sean, además de una gran fiesta, un espectáculo de calidad, en el que nada suena mal. Por supuesto, acompañado de un repertorio brillante, en el que repasa sus dos trabajos e incluye versiones de Mano Negra, Palabras para Julia, los Rodríguez, el propio Peret y el fugaz invento que unió a Muchachito, Kiko, los Delinqüentes y Tomasito, el G5. De regalo, a modo de propina, Dos gardenias a toda velocidad rumbera. Toma ya.
Jairo es, como decíamos antes, musiquita de orquesta de barrio o de bares infectos en los que se reúne la gente más interesante de la ciudad. Como mucho entrevemos el mar barcelonés de fondo, pero en primer plano está la calle, el gris de los adoquines y la alegría del que madruga a diario para ganarse el pan y sólo quiere desquitarse de la asquerosa rutina a base de bailes y copitas, al menos una vez a la semana. Es un poco el espíritu de La Cabra Mecánica, con canciones mucho más trabajadas y (supongo) más ganas de hacer cosas que el Lichis, perdido entre reyertas policiales y superéxitos repentinos. Que este espíritu haya sido adoptado por el perroflautismo y las rastas y los porros... bueno, es inevitable porque el crustismo, en cuanto te descuidas, lo invade todo. Qué se le va a hacer. Todos tenemos ganas de divertirnos, y eso es el rock y es el pop y es hasta el tango.
El caso es que cuando Jairo coge la guitarra emulando a Peret y la banda se mueve y su voz rota empieza a repetir estribillos tontos pero pegadizos, a una se pone una sonrisa de oreja a oreja y, si no fuera porque es jueves, se pondría a bailar pensando en el calor, en la playa, el cielo raso y los cuatro días que tenemos por delante de vida. Y tarareas, casi sin darte cuenta, eso de azul, que el cielo se ponga azul y me enamore yo de verte....
No hay comentarios:
Publicar un comentario