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lunes, 17 de mayo de 2010

Hoy

LEONARDO FAVIO: CHIQUILLADA
Pantalón cortito, bolsita de mis recuerdos


(Entrada susceptible de ser actualizada)


Internet en casa, en el trabajo, everywhere.

Los correos electrónicos, los adjuntos, los virus.

La discografía de los Beatles en un dvd.

El mp3 en sus múltiples variantes.

Las descargas de música. En 5 minutos te haces con la discografía de Elvis. En 10, con su filmografía.

Una casa de 130 metros cuadrados, con una biblioteca llena de recuerdos.

Adiós al viejo Corsa.

Adiós al vídeo VHS, bienvenido DVD grabador.

El 3D en el cine.

El pelo oscuro.

Las agencias, las porcelanas y el Inem.

Grecia, Marruecos, Nueva York.

Adiós a Paul Newman, a Charlton Heston, Antonio Vega, López Vázquez, Fernan-Gómez, Vázquez Montalbán, Michael Jackson, George Harrison, Terenci, Gregory Peck, Umbral, la Jurado, la Dúrcal. Me dejo a muchos.

Fotos y música en un móvil.

Fotos que se pueden ver sin revelar el carrete.

Adiós al Tyris, el Serrano, el Artis, el Rex, el Aula 7, el Acteón, los Aragón, el Metropol, los ABC Martí y desde ayer, a los Albatros.

Una Liga, una copa, una Europa League y varias finales de Champions.

El 11-S y el 11-M. La crisis. Bush, Obama, Zapatero, Sarkozy.

Nuevas incorporaciones: Miguel, Marcos, Ania, Nicolás (x 2), Maya, Laura, Juan, Mencía, Claudia, Lola, Bruno...

La TDT.

Adiós a Antonio, Juan, Justo, Vicente O., José Justo, Efraín, Mercedes, Eduardo. Me dejo a algunos.

El sol, las terrazas, las dulces tardes de invierno, las mañanas en la playa con amigos, las películas en el sofá por la noche, los programas que te hacen reír, las manitas de cerdo, las cabezas de cordero, las risas, los almuerzos con más amigos, las lágrimas y los momentos duros, los entierros. La vida.



domingo, 17 de mayo de 2009

Nueve años

LEONARDO FAVIO: ELLA YA ME OLVIDÓ

Hoy es 17 de mayo y toca escuchar a Leonardo Favio pero la verdad, no me apetece hablar. Voy a ahorrarles las parrafadas lacrimógenas y sentimentalmente obscenas de otros diecisietes de mayo. Además, a mi alrededor ya nadie lo recuerda y eso es significativo. No sé si es buena o mala señal pero me limitaré a poner al gran Favio y enmudeceré.

Esta canción habla de los recuerdos y de cómo no siempre podemos controlarlos. Ella ya me olvidó, yo no puedo olvidarla. Y van ya nueve años de recuerdos.

sábado, 17 de mayo de 2008

¿Director de cine?

LEONARDO FAVIO: DING DONG, SON LAS COSAS DEL AMOR

Cuando alguien se marcha, los que se quedan tratan de atesorar recuerdos, fabricando una imagen a la que recurrir en momentos de tristeza, una especie de pañuelo, algo que nos acompañe y nos ayude a sentirnos menos solos. Craso error. Lo que conseguimos es mitificar a los muertos porque no nos interesa acordarnos de lo malo y, cuanto más recordamos a los que faltan como personas irremplazables, más duro nos resulta salir adelante en el vacío que nos dejan. En las etapas del duelo está la negación, la tristeza, el enfado y algo que no sé cómo se llamará, pero es la culminación del proceso (que puede durar décadas) y llega cuando uno se ha hecho una especie de llavero con sus recuerdos, un pequeño talismán que va contigo todos los días y al que sacas brillo con frecuencia, ante el pasmo de los que no saben de qué va esto de la muerte, y es una canción, una palabra, una película, un comentario o simplemente un pensamiento el que te hace recordar que tienes a esa persona contigo, que jamás se irá. Esto que suena tan absurdo es el único consuelo que te queda tras la putada de que alguien cercano fallezca. Es lo que hay.

En el proceso que en sí mismo supone buscar recuerdos para crear la imagen imborrable de la persona amada, hay una ayuda de dimensiones infinitas. Un hecho que parece mínimo pero que, incluso décadas después, es capaz de arrancar lágrimas a los ancianos que recuerdan a sus padres. Alguien me lo dijo un 17 de mayo y nunca lo olvidaré: verás cómo te gustará a partir de ahora que otras personas te hablen de él, lo conocerás en momentos en los que tú no estabas y eso te va a encantar. No ocurre muy a menudo pero cuando llegan esas aportaciones externas, una las coge y las guarda como una piedra preciosa, con cuidado porque no son recuerdos propios y pueden quebrarse con facilidad, y el viaje que han recorrido hasta llegar a tu conocimiento los hace especialmente valiosos.

Hace unos 5 años tuve un problema en un ojo y necesitaba resolverlo con urgencia. Por indicación materna, fui a la consulta de un antiguo amigo de mis padres, al que no conocía, y que resultó ser un hombre encantador que me atendió con amabilidad extrema, por ser vos quien sois. Cuando me estaba mirando la retina me dijo algo que no olvidaré: "¿Tú sabías que tu padre de pequeño quería ser director de cine? Siempre me acordaré de cuando éramos chavales y él me decía que quería ser director de cine." Tuve que hacer esfuerzos, dada la situación de mi ojo, para que no se me llenara de lágrimas. Y sonreí. Jamás olvidaré aquellas palabras.

Cumplo hoy con algo que va camino de ser una tradición: escuchar a Leonardo Favio en el día en el que se cumplen 8 años de un día aciago. Aunque, viéndolo ahora con cierta perspectiva, puedo decir que llevo 8 años recopilando recuerdos y sacándole brillo a mi amuleto personal, a mis vivencias y a las enseñanzas que llevo grabadas a fuego en la mente. Porque, no voy a negarlo, qué duro es todo esto, pero he alcanzado el momento en el que llevas a esa persona a todas partes en tu corazón y en tu mente. Ya hace años que nado sin flotador, voy en bicicleta yo solita sin ayuda, me como todo el plato de verduras y, qué cosas, me han llegado a gustar.

Por eso hoy puedo oir al argentino Leonardo Favio y reirme. Y aunque siempre siento un pellizco en el corazoncito al escuchar esta voz tanguera y un poco cavernosa, sonrío, sonrío pensando que en algún lugar, alguien también sonríe. Aquí está Favio con Carola, su guapísima mujer, a la que dedicó en otra ocasión aquello de me gusta coger la guitarra y hacerle el milagro de una canción, decirle que todo mi sueño gira en torno suyo porque ella es mi amor. Este tema, Ding dong, las cosas del amor, era uno de los que sonaba a todo volumen en el coche de mi padre allá por el 99 y lo cantábamos a grito pelado. Disfrútenlo. Y sonrían. :)

jueves, 17 de mayo de 2007

Sé que nunca más :(


LEONARDO FAVIO: FUISTE MÍA UN VERANO

Un día entré con mi padre en una tienda de discos (Harmony) en la que el dueño debía ser quizá un poco más joven pero de la misma quinta. Tendría yo 15 o 16 años y estaba en la época en la que todavía muchas cosas te dan vergüenza. Fui a mirar algo al fondo de la tienda y vi, con cierto rubor, cómo él se dirigía al dueño con toda naturalidad y le decía: Tengo una frase en la cabeza, a ver si sabes quién cantaba esto, “hoy la vi, fue casualidad”, no recuerdo nada más…

Cuando pensaba que nos echarían por locos, observé fascinada cómo el hombre, sin mediar palabra, contestaba: “yo estaba en el bar, me miró al pasar”, Leonardo Favio, es “Fuiste mía un verano”. Y a continuación los dos se pusieron a comentar emocionados las virtudes de aquel tipo para mí desconocido, que por aquel entonces todavía no tenía la reedición de grandes éxitos que mi padre buscaba. Todo mientras yo me sentía absurda mirando algún disco igualmente absurdo, de vaya usted a saber qué grupo de moda del momento.

Años después mi padre pudo por fin comprar los grandes éxitos del argentino Leonardo Favio en cd y pudimos cantar a grito pelado en el coche esa canción, o “Ella, ella ya me olvidó” (de la que Corcobado hizo una desastrosa versión en el 2003), o aquel canto a la infancia que era “pantalón cortito, bolsita de los recuerdos”. Mi padre me explicaba emocionado la ternura de esa canción o de aquella otra en la que el niño protagonista entierra a su canario en una cajita de lápices, “la cajita de madera, la misma que un día contuviera lapicitos de color”…

No puedo escuchar a Leonardo Favio sin sentir ganas de llorar. Y por eso lo he elegido hoy, cuando hace siete años que mi padre se fue para siempre, privándonos de su conversación, su risa, sus reflexiones. Ya no habrá más canciones, más grupos, más anécdotas, no más viajes, no más playa, no más conciertos, no más películas compartidas en la televisión de casa, no más hermanos Marx, no más Cantinflas, no más Tip y Coll. Adiós a Bruno Lomas, a los Huracanes, a los crímenes del museo de cera, la muerte tenía un precio, las pelis carcelarias y el gordo y el flaco. Nunca más una firma en un libro que coges de la estantería, nunca más un “ven a recogerme, por favor” y por supuesto se acabó la risa.

Conste que cuando termine estas líneas no volveré a hablar del tema y no quiero llantos, que decía Lorca. Pero por un instante creo que tengo derecho a gritar en el silencio de la web que estoy harta, que a veces no puedo sola con todo y que lo que me ha tocado vivir es una puta mierda. Y ya sé que mucha gente vive la misma mierda, que hay cosas peores, que soy mayorcita y blablabla. Pero también hay cosas mejores, no nos olvidemos.

Hace unas semanas en Anatomía de Grey uno de los personajes perdía a su padre y la china (Dios, cómo la odio) le decía algo como “ya estás en el club de los padres muertos, quien no pasa por esto no sabe lo que es”. Pues eso, no tengo mucho más que añadir. Desgraciadamente he visto a más gente unirse a este club macabro en estos años. Repito, es una mierda.

Sólo quería desahogarme.