QUIMI PORTET: MASSA Mitja vida sense tú i l'altra mitja encara sense mí
A raíz de escuchar a Sisa y mencionar a Manolo García hace poco, me ha venido esta pequeña maravilla a la cabeza, una canción de amor extraña o como diría un crítico relamido "perturbadora", firmada por Quimi Portet. Portet siempre ha llevado una carrera en solitario paralela a El Último de la Fila, pero este tema se incluye en el primer trabajo publicado tras la separación del grupo en 1998, Hoquei sobre pedres. En él, el más "raro" del dúo invita a su amigo Manolo a hacer coros, en una composición que, como es habitual en Portet, resulta extraña, densa, llena de matices y, como diría el mismo crítico relamido, "texturas".
Quimi Portet practica un rock con tintes de progresivo, en el que predomina la multi-instrumentación y las letras surrealistas. Ya en EUDLF, era él el responsable de las canciones menos comerciales y hay quien dice que La rebelión de los hombres rana es más Quimi que Manolo. Se puede decir que da salida a su vertiente más bohemia y eso le hace ser tremendamente coherente, tanto cuando lo hacía paralelamente al grupo que le hizo millonario, como ahora, que vive de las rentas y colabora con músicos como Albert Plá.
Portet es un tipo simpático, cachondo muy al estilo del humor catalán, socarrón y lleno de talento, aunque también más introvertido y menos mediático que su compañero. Pero no se trata aquí de compararles, sino de disfrutar de una canción oscura, que habla de un amor desgastado cuya única salida es volar entre recuerdos y sensaciones para llegar al mundo original en el que dos personas se miran y no dejan de reir. Una idea ésta que aparecerá en muchas canciones de EUDLF. Por otra parte, unos enamorados que, al igual de las voces en esta canción, se convierten en una sola vida, cuyas mitades están definidas por la otra persona, en reciprocidad constante: Inspírame y te inspiraré. Todo ello con los toques de surrealismo que son marca de la casa, basados en la religión: como católicos nos hemos hecho sufrir.
Hoy el profesor de inglés nos ha preguntado cuándo compramos por última vez un single (el suyo era uno de Adam and The Ants) y yo he recordado que tengo este single, en cd y regalado. Algo es algo. :)
No hay tiempo para mucho estos días, la recogida de algodón no nos deja apenas momentos de ocio. Por eso, una pequeña reflexión de finales de enero.
Una cadena de electrodomésticos e imagen y sonido, estilo Media Markt, se anuncia con un eslogan que me pone los pelos de punta: ¡La avaricia me vicia! Así, con exclamaciones, supongo que invitando a todos a corretear por sus pasillos y llenarse los carros de cosas que les hagan ser más que los demás, tener más que los demás. En una sola frase juntan un pecado capital y el vicio, un concepto que en su origen representa algo negativo. No me voy a poner moralista, desde mi cabaña poco me importa lo que haga el resto con su avaricia y sus vicios.
Sólo me viene a la cabeza una frase que ilustraba el Nuevo pequeño catálogo de seres y estares, el disco cuyos beneficios El Último de la Fila decidió dedicar, en parte, a ongs ecologistas. Es el Beatus Ille, de Horacio: Feliz aquel que, alejado de negocios como en remoto tiempo los mortales, paternos campos con sus bueyes ara y no rinde a la usura vasallaje.
Ahí queda eso.
EN MI PECHO (Nuevo pequeño catálogo de seres y estares, 1991)
Ayer se cumplieron diez años desde que El Último de la Fila anunció su separación. Una década en la que ambos han seguido en el mundo de la música. Manolo García ha reventado estadios y listas de ventas con canciones cada vez más clónicas (ojo, bendito clonismo) y Quimi ha retomado sus discos en solitario, experimentales, divertidos, raros. A Manolo lo hemos visto en especiales de Navidad, en discos homenaje (Miguel Ríos, Serrat) y recientemente con su hermana Carmen, cuyo grupo se llama como ella. A Quimi lo entrevimos en conciertos de Albert Plà.
Tampoco es que el grupo dejara un hueco irremplazable en la música, pero sin duda se fueron con una coherencia difícil de igualar y representan una era que ya no volverá. Es la única formación de la época que no se ha reunido al calor del dinerillo, nunca han sacado un disco en directo y nunca han hecho versiones. Curioso ¿no?
Datos aparte, durante esta larga década yo les he echado de menos muchísimo. En mi adolescencia sí marcaron una época y suyos son recuerdos que nadie me podrá robar, que me llevan a verles como amigos que conocieran mi vida y mis problemas, y es que me han acompañado mucho desde que los descubrí, allá por el 89 o 90. Digámoslo claro: he escuchado compulsivamente toda su discografía, millones de veces. Para conmemorar la fecha de su desaparición, quiero compartir una de sus mejores canciones, Aviones plateados. Este tema se edita por primera vez en el 85, en el segundo lp de la banda, Enemigos de lo ajeno y será uno de los elegidos para aparecer en el grandes éxitos remozado que es Nuevas mezclas. El grupo acaba de despegar, empiezan a llenar grandes aforos y se escuchan muchos singles suyos, como el siempre recurrente Insurrección.
Enemigos de lo ajeno, ya lo dijimos en otra ocasión, es un disco muy mediterráneo y muy urbano. Combina sonidos aflamencados y étnicos con letras que van desde las declaraciones de principios vitales (mi patria en mis zapatos, mis manos son mi ejército; las palabras son cansancio o soy un accidente, un error de medida, un viajero de barro que se lleva la corriente) hasta las frases surreales con más o menos significado (¿para qué sirve una hormiga; me siento hoy como un halcón llamado a las filas de la insurrección). Pero sobre todo, este disco es una colección de canciones de amor y desamor, teñidas de melancolía (no me acostumbro a estar sin ti) y, a pesar de lo que pueda parecer por lo peculiares que resultan algunas de las imágenes que evoca, son las canciones de amor de los chicos de extrarradio, de los que habitan en grandes barriadas cuyos edificios parecen inmensos en las tardes de domingo. Así, EUDLF describen con metáforas a veces dudosas y giros complicados sentimientos bastante sencillos, primarios y puros -te amo como se ama por primera vez, cuando aún no hay costumbres-, llegando a compararse a animales de caza (a lo lejos te veo correr, espérame, dime que eres tú [...] soy zorro veloz otra vez, fui castigado a volver, dime a dónde vas) y hablando de relaciones cotidianas e imperfectas (a veces te busco y sólo quiero sexo, sólo quiero tu cuerpo y tú me dices que no somos felices).
En este contexto, digamos que Aviones plateados es una historia de celos, ni más ni menos. Con ese arranque ya clásico en el pop español (veo tu casa desde mi balcón) EUDLF nos cuentan el relato de alguien que quiere hacer suya a su enamorada hasta que ella se harta y se marcha. Un hombre que vive enfrente de su amada y vigila su ventana mientras sufre la soledad irreversible. ¿Y qué diablos son los aviones plateados? Vaya usted a saber... Pueden ser aviones, simple y llanamente, en un paisaje de fachadas y tendales; puede ser un presagio de guerra y desgracia; podrían ser estrellas si no fuera porque la ropa está tendida al sol... Cosas de Manolo y Quimi. Me quedo con el retrato muy acertado y doloroso de ese chaval que se siente abandonado, quién sabe si cornudo, celoso y estúpido: No sé de qué me quejo, ya tengo lo que quiero. Soy libre ante el espejo, no salgo ahora que puedo. El que nunca se haya sentido así, que tire la primera piedra...
EL ÚLTIMO DE LA FILA: AVIONES PLATEADOS Enemigos de lo ajeno - 1985
Veo tu casa desde mi balcón... chimeneas y tu ropa al sol. Aviones plateados rozando los tejados. Vestido y en la cama vigilo tu ventana.
Miro libros de pintura que robé. No tengo hambre. Hoy no comeré. No sé de qué me quejo, ya tengo lo que quiero. Soy libre ante el espejo. No salgo ahora que puedo.
Y tú siempre dices que soy un alma del averno. Tendré que darte la razón, quizá sea cierto. Siempre suelo querer lo que no tengo. Y ahora que ya no estás aquí me voy consumiendo.
Ropa sucia, cuadros que he "pintao", discos viejos, "to" por ahí "tirao". Barba de quince días... no me levantaría. Desorden en campaña. Ahora sé que me engaña.
Credenciales de posesión, qué tontería... Estos celos me han "abrasao". No sé qué me creía. Y yo que decía, por fin, ahora la tengo, y ya estaba a la vuelta de "tó". A ver si aprendo...
Y tu carta me confundió. Ahora lo entiendo. Tu mirada me lo advirtió: nunca más vuelvo.
Queridos amiguitos, ¿qué son los blogs, si no cartas al viento, con destinatario o sin él? Uno entra en la red y encuentra cientos, miles de millones de personas charlando sobre temas de lo más trivial o de lo más trascendente. Foros, comunidades, listas de correo, blogs, todo sirve para que personas que en su mayoría no se conocen se encuentren y debatan sobre todo lo debatible: las 10 películas de miedo que te han traumatizado, las 100 mejores canciones de todos los tiempos, qué hubieras hecho tú si fueras presidente durante el 11-M, trucos para arreglarte un sábado por la noche, cómo ligar, cómo follar, cómo largarte de casa por la mañana dejando a tu amante dormido, cómo evitar llamadas incómodas... En el fondo, y esto no es más que una humilde opinión expresada en uno de estos foros anónimos, todas estas comunicaciones que se tienden a diario, como los hilos de una telaraña, no son más que la muestra palpable de la soledad en la que vivimos inmersos, aunque estemos rodeados de personas que nos quieren.
Uno escucha una canción que le gusta y siente la necesidad de compartirla pero en esos momentos, sus allegados están trabajando o no tienen tiempo para atenderle. Incluso, puede que si lo hacen ni siquiera lo comprendan. La escritura siempre ha tenido una función terapéutica así que nos dedicamos a hacer uso de ella, a volcar todo lo que se nos pasa por la cabeza, en un soporte que es cómodo, rápido, que nos gusta visualmente y que, a pesar de garantizarnos el anonimato, no excluye que alguien nos lea y, oye, quién sabe, lo mismo compartimos pensamientos o ideas con otro solitario.
He recuperado estos días el Como la cabeza al sombrero y con él un temazo que tenía casi olvidado, que ha vuelto a ponerme el vello de punta, como hace años solía pasarme. En esta canción, el protagonista escribe cartas que son un grito desesperado lanzado a la nada, buscando un poco de cariño, esperando una respuesta que no llegará, pero el solo hecho de establecer esta comunicación unilateral ya alivia su pena. Manolo García da rienda suelta en esta letra a sus filias personales, como esa comunión con la Naturaleza en la que sólo ver el amanecer junto a la persona querida, chispas blancas sobre un rojo violento, ya cura todos los males y la tristeza. Y las cabañas, ese símbolo de protección, de aislamiento del mundanal ruido que tanto le gusta a García, y que yo comparto plenamente.
En resumen, En los árboles es una joyita en un disco que es como un paseo por el bosque, lleno de texturas, melodías, colores y secretos ocultos que merece la pena descubrir, con atención y calma.
EL ÚLTIMO DE LA FILA: EN LOS ÁRBOLES (Como la cabeza al sombrero, 1988)
A veces escribo cartas para no sentirme atado, para no aferrarme a remilgos que yo quisiera abolidos de mi vida. De mi vida.
Y pinto de colores los sobres. En el remite soy un enigma. Espero siempre una respuesta para sentirme querido como los niños chicos. Como los niños chicos.
Mensajes que llegaran, papeles envolviendo una piedra. Mensajes de cariño que rompìeran el cristal de mi cuarto. Quién pudiese ingerir un fármaco precioso..., Convertir en realidad todos esos sueños.
Cartas que me dijesen cosas bonitas como que vendrás a maullarme de contraseña en la madrugada bajo mi ventana. Bajo mi ventana.
Que corriéramos campo a través, a la luz de los fulgores del alba. Chispas blancas sobre el rojo violento. Y que hiciésemos cabañas en los árboles. En los árboles.
Mensajes que llegaran, papeles envolviendo una piedra. Mensajes de cariño que rompieran el cristal de mi cuarto. Quién pudiese ingerir un fármaco precioso... Convertir en realidad todos esos sueños.
EL ÚLTIMO DE LA FILA - EL LOCO DE LA CALLE Mi vida no es de nadie
¿Qué tendrán las ciudades, que son un refugio y a la vez un agujero del que resulta imposible salir? Los que hemos crecido pisando asfalto sabemos bien la tristeza que encierran las calles y a la vez lo maravilloso que puede ser desaparecer entre ellas, decidir pasar desapercibido entre personas que no hemos visto jamás. No hablo de ciudades pequeñas, hablo de urbes lo suficientemente grandes como para que uno pueda no cruzarse con nadie conocido en varios días. A la vez, urbes lo suficientemente grandes para que las personas se busquen y no se encuentren.
El Último de la Fila nace como un grupo marcadamente mediterráneo y muy urbano. Sus dos miembros se han criado en barriadas del extrarradio barcelonés y eso les lleva a crear, en sus primeros discos, un universo asfixiante de gente solitaria, carreteras y edificios. En Los Rápidos, Manolo García cantaba aquello de ruta del sur, corro hacia el infinito [...] quedan atrás las tardes de domingo, mi calle gris, mis amigos de siempre; muy lejos ya, tirado en la cuneta, se queda atrás mi mundo de ciudad. Desde principios de los ochenta García escribe textos a veces estrambóticos, siempre con un punto de claustrofobia, bien por la incomprensión del resto de la humanidad, bien porque su espíritu por entonces joven y rebelde, se ahoga entre el cemento y la rutina.
Lo mismo sucede en Los Burros, donde ya aparece Quimi Portet y afina un punto más en el surrealismo, introduciendo además un tono de acidez, ironía, amargura o llámese como se quiera. En unas composiciones que, en conjunto, resultan bastante irregulares, son capaces de gastar la broma de Huesos junto a canciones tan tristes como Portugal (explotan las calles y yo estoy aquí, mirando a la gente, soñando en volver. Las tardes de cine, ya no puedo más) o Disneylandia: Cuero negro y ganas de beber sin saber en qué barrio quedarte. Disneylandia, no existe ya para ti. No hay dinero, no, no saliste nunca de aquí.
Cuando nace El Último de la Fila, obviamente hereda todo este poso de sus fundadores, depurando un poco los fallos de las anteriores formaciones. Es decir, nos encontramos con canciones mucho más pulidas en las que cuidan mucho de que los alardes extravagantes de genialidad no desvirtúen el resultado final, como sucedía con temas de los mencionados grupos primigenios. Aún así, su primer disco, Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana, a pesar de contener joyitas, no acaba de sonar todo lo bien que a ellos les gustaría y tiene que llegar Enemigos de lo ajeno, perfecto de principio a fin, para darles el empujón comercial y decidirles a sacar un tercer LP con remezclas, bajo el poco original título de Nuevas mezclas. En él, junto a un tema inédito increíblemente bueno, aparece una recopilación de sus 2 primeros trabajos, en algunos casos con versiones muy mejoradas, como El loco de la calle o Dulces sueños.
Años más tarde, la rebeldía de Manolo García y Quimi Portet se convertirá en ecología y defensa de los derechos humanos y les llevará a cambiar las barriadas por bosques y paisajes en vías de destrucción. Ya en solitario, Manolo crea un universo propio lleno de misticismo, de palabras altisonantes y reminiscencias de culturas en desuso, mientras que Quimi opta por la experimentación y la ironía anti-establishment. Pero eso es otro post...
He escuchado cientos, miles de veces, toda la discografía de El Último de la Fila, especialmente en las tardes interminables de mi adolescencia. Me sé todas sus canciones de memoria, Rápidos y Burros incluidos. No sabría con cuál de las 2 versiones de El loco de la calle quedarme. En su grabación original, este temazo suena como era el grupo en el momento: desnudo, austero y desgarrador. En Nuevas mezclas se le añade brillo, colorido y se le despoja un poco de tristeza, aunque sigue siendo un canto a la desolación y a las ganas de gritar.
Quizás me quedo con la primera versión, en cuya letra la chica, huyendo de su soledad, busca el centro de la calle. Su puerta y su mirada siempre abiertas de par en par. Una mujer que sale a la calle y busca una mano que la coja, mientras el narrador de la canción se asfixia entre cuatro paredes, con deseos de salir a la calle y arrollar a todos con sus ansias de vida. Me sigue pareciendo estremecedor el grito: ¡Paso al ansia de vivir! En la segunda versión ella prefiere encerrarse para rumiar su soledad a solas, los ojos perdidos en el vacío, mientras él sigue buscando miradas a las que agarrarse. Dos personas que se necesitan con desesperación, casi con angustia, que lloran y se buscan pero no se encuentran. ¿Qué tendrán las ciudades...?
EL LOCO DE LA CALLE (NUEVAS MEZCLAS, 1986)
Pierdo mis defensas en los recodos de la angustia. Busco una mirada cada momento, en todas partes.
Mi vida no es de nadie ni yo le pido a nadie nunca que haga algo que yo mismo tampoco haría sin dudarlo.
Y solo sé que no puedo estar; si tú te vas, mi casa voy a quemar.
Y ella está tan sola que huye del centro de la calle. Su puerta y su mirada cerradas a canto y a cal.
Y sola, sé que no puede estar; y ahora, sé que se perderá.
Y al final, sólo envidia y ambición; y ya sé que sin buscar no encontraré...
Paso al loco de la calle. Paso al ansia de vivir.
Mi cuarto es tan pequeño que nunca encuentro las esquinas. Desde que tú te has ido se ríe de mí la soledad; te espero en los caminos y te confundo a todas horas; mientras estoy perdido los niños me han dicho que lloras.
Y al final sólo envidia y ambición; y ya sé que aunque busque nunca encontraré...