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viernes, 15 de agosto de 2008

Corto y cambio

LOQUILLO Y LOS TROGLODITAS: LA MATARÉ

Hacer las maletas... ese acto tan odioso y que tanto tiene de metafórico. Nos preparamos para ir o para volver. Nos preguntamos si hacemos bien, si deberíamos irnos, si el día elegido es el propicio, si el lugar elegido es el acertado. Y lo peor: pasarse horas dilucidando si llevaremos ésta o aquella prenda, si olvidaremos algo fundamental y el terror que te invade cuando piensas que quizás necesites imperiosamente eso que cuando tienes a tu alcance ni siquiera miras. Igual soy neurótica o frívola, vaya usted a saber, pero llevo toda la tarde deambulando por mi casa, tratando de sintetizar la dichosa maleta y dejándome llevar por el terror: ¿y si un día de estos necesito esa camiseta que pensaba dejarme?

Lo mismo me ha sucedido de repente con un montón de discos y canciones. ¿Y si me apetece escuchar, a modo de antojo, discos de Loquillo y no me llevo ninguno? Y que tenga que surgir este clásico en este contexto tan absurdo... El caso es que estaba yo escuchando el que me parece el mejor trabajo del Loco, Mis problemas con las mujeres y ha empezado a sonar este himno, que el propio artista ha repudiado en sus conciertos por parecerle políticamente incorrecto (sí, Dumont & Abogados ya trabaja en este caso, faltaría más). Hacía años que no la oía y me he vuelto a estremecer: había olvidado que ésta sí es una de mis 10 canciones favoritas de todos los tiempos. Me he visto a los 14 años grabando el LP en una cinta TDK y tratando de desentrañar el significado de esta letra. Me he visto en cientos de tardes con el walkman y la cabeza llena de amor salvaje y posesivo, que al fin y al cabo era de lo que trataba este temazo. Tardes y días de adolescencia, soñando con hombres rudos y malotes, los mismos que años después me hacen sonreír con una mueca de compasión.

¿Y si necesito escuchar La mataré este verano, lejos de mi cubículo? Así que rápidamente le he puesto remedio al problema y he recordado que tengo en mp3 el directo en el que la canción mejora. Me he quedado más tranquila. Y aunque no sea la manera más digna de aparecer en el blog, valga como despedida hasta septiembre para los amigos que comparten estas chaladuras mentales mías, y en especial para el público femenino, Marge y Mami-Beni, que tenemos pendiente una cita con Loquillo hace meses... ;)

Despedida física, porque el blog no cierra, si San Wifi lo dispone, habrá más canciones que escuchar en este verano tan raro que se nos escapa ya entre los dedos. De momento, este homenaje a los Chichos y a toda una época. Feliz fin de semana. :)

martes, 19 de febrero de 2008

Los faraones de la ciudad

LOQUILLO Y LOS TROGLODITAS: JOHN MILNER


Ya tenía yo ganas de comentar este temazo, tenía ganas de homenajear al good old rock and roll y más aún en un día gris, lluvioso, de tensiones físicas y mentales en el que es necesario oxigenarse un poco entrecerrando los ojos. Viva el rock.

Cuando yo tenía 9 años me enamoré perdidamente de David Summers y cuando crecí un poco, sobre los 12 o 14 cambié a mi ídolo por un hombretón nacido en El Clot barcelonés que rugía con chulería y desparpajo: José María Sanz, Loquillo. Me tragué todos sus discos y me aprendí de manera enfermiza miles de letras que aún recuerdo, pero llegó la post-adolescencia y aparqué al Loco, a la vez que él aparcaba un poco la calidad en sus discos y se ponía la bufanda de chansonnier y poeta, que para mi gusto siempre le ha quedado bastante grande. El Loco se convertía en un personaje mediático, opinador profesional, y a mí me iba repugnando cada día un poquito más hasta que definitivamente lo clasifiqué como un personaje risible y prepotente, algo que en parte sigo opinando.

Pero con el tiempo, le he escuchado con más atención y, en gratitud por los años en los que al fin y al cabo me regaló momentos inolvidables (tardes de domingo, noches frente a la tele viendo conciertos, cuadernos enteros con letras garabateadas) he ido a verle en directo un par de veces y entonces he comprendido todo. Cómo pude ser tan tonta. Loquillo vive el rock and roll, y se lo cree. Para su puesta en escena, no ya la del directo sino la de su propio personaje, utiliza toda la parafernalia a su alcance. Y esto puede hacernos reír, puede resultarnos desfasado, soberbio, lo que sea, pero el caso es que es una actitud y como él mismo dice en muchas ocasiones, si no te crees lo que haces, no llegarás a nada. Esto es mucho más fácil de entender cuando uno va a un concierto y ve de cerca su imagen de dos metros, imponente, y siente cómo todavía se le humedecen los ojos al cantar Rock suave o Autopista. Y pones esas sensaciones por encima de la personalidad un poco petulante de este tipo, cuestionable tal y como se desprende de Corre, rocker, el libro que escribió Sabino Méndez en el que le tacha de ingrato y otras lindezas más. Pero eso no importa si entiendes realmente lo que rige la carrera de Sanz, que por cierto siempre ha apoyado a los rockeros de su generación que no han tenido tanta suerte como él (Urrutia, Burning y demás).

Entonces es cuando cobra sentido una letra emocionante como la de John Milner un canto al rock and roll clásico que tanto le gusta a Loquillo, cuya melancolía comparto al 100%. Este tema se incluía en Mientras respiremos (1993), el último lp que me compré de él y de hecho, digo sin miedo a equivocarme que desde el doble directo, de todo lo que ha grabado ésta es la única canción que me conmueve, que procuro escuchar de vez en cuando porque me pone la piel un poquito de gallina. Y es que esto es un homenaje a los viejos tiempos, al rock and roll adolescente que se introducía en tu vida como una actitud ante los problemas y las miserias cotidianas. Loquillo cuenta que cuando se estrenó Grease en 1978, él y otros rockers destrozaron la marquesina del cine barcelonés en el que se exhibía porque les parecía un insulto aquella parodia de cazadoras de cuero y baladas ñoñas. Sin embargo, American Graffitti es otra historia y en ella se basa esta canción, en la historia de los jóvenes que recorren la ciudad durante su última noche juntos, sin saber que están dejando atrás la felicidad de la adolescencia y entrando de lleno en el horror de la madurez y la edad adulta. Dirigida en 1973 por George Lucas y producida por Coppola, American Graffitti es la primera película cuya banda sonora está formada por canciones, algo tan habitual hoy en día que entonces fue un mal menor, porque no había presupuesto para componer una partitura. Y gracias a esos números rojos, disfrutamos de grandes clásicos como Buddy Holly o Bill Halley.

John Milner es el personaje más mayor, aficionado a los coches y las carreras, que quiere ligar con las chicas llevándolas en su carro, y por un malentendido se verá obligado a pasar toda la noche con una menor de 12 años de copiloto, ante las amenazas de ésta de gritar que es un violador si no la lleva de paseo. Milner será el único que se quede en el pueblo porque, al contrario que sus amigos, no se va a la universidad o a vivir a otro lugar. Mi personaje favorito es el chico que se enamora de una chica que entrevé tras el cristal de un asiento trasero y pasa toda la noche buscándola, pero eso es otra historia. El caso es que John Milner representa la esencia del rock and roll, en los años en los que Buddy Holly se ha estrellado en su avión (principios de los 60) y los buenos tiempos tocan a su fin, por eso Loquillo decide hablar de él en esta canción que habla de su propia juventud y de cómo, al igual que el rock and roll, los días felices acaban por esfumarse dando lugar a algo más viejo, más frío, más gris.


LOQUILLO: JOHN MILNER
(Mientras respiremos - 1993)






La escena era concreta
Camiseta blanca y unos jeans
apuraba aquel pitillo,
orgulloso y viril, con la mirada ceñida a los canones de Jimmy Dean:
grasientos los cabellos, botas claveteadas,
esperando ver llegar el fin de semana.
Te aseguro que nada me importaba
el futuro que nos esperaba.

Tenía una novia sencilla y feliz que era la viva imagen de Marilyn
y unos amigos con quienes jugar a ser los faraones de la ciudad.
Callejeando siempre en busca de acción, moviéndonos al ritmo del viejo R&R,
llegamos a ese punto de inflexión que separa la realidad de la ficción.

John Milner ya no vive aquí.
Lentamente se llevó parte de mí;
y ahora que todo es más viejo, más frío y más gris
y sientes como el tiempo va por ti,
cuando la nostalgia daña mi corazón
una voz conocida hace su aparición:
la música al infierno voló
el día que Buddy Holly murió.

Estoy hablando de los viejos tiempos
esos que ya no volverán
las drogas terminaron por estropear
las pequeñas cosas que nos hicieron amar
la amistad, nuestra pequeña libertad
y ese tren sin rumbo ni dirección
ya no para, ya no se para en cada estación.

Los muchachos del verano se dijeron adiós
el día que Buddy Holly, murió.