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jueves, 2 de octubre de 2008

Recuerdos en una pantalla

SERRAT: LOS FANTASMAS DEL ROXY
Películas de ésas que tú detestas y me chiflan a mí


Hablábamos no hace mucho de los recuerdos y prometí contar una pequeña historia, un mini-momento muy triste, que en parte ya desvelé y que dio juego para unos cuantos comentarios. Caminaba yo no hace mucho por el centro de mi ciudad (exiliada como estoy en los suburbios por motivos laborales, cuando voy por las zonas comerciales de siempre, encuentro novedades y cambios de todo tipo) y, como ya dije, me quedé petrificada al ver un Zara gigantesco donde durante años se levantó uno de los cines más característicos de esta urbe. Zas, toma bofetada de Amancio Ortega, una patadita en el culo que me sonó a "va, nena, ¿quieres seguir andando? ¿qué miras? ¡que no tenemos todo el día!", como si la vida moderna me empujara a codazos sin darme tiempo ni a enrabietarme.

Hace unos meses fui al pueblo playero en el que he pasado los mejores años de mi vida y me quedé paralizada, con un nudo en la garganta, mirando las ruinas de lo que fue hasta hace nada un cine de verano. Cutre, caro e incómodo pero creo que allí vi el 50% de las películas que guardo en mi memoria. ¿Recuerdan cuando arde el cine en Cinema Paradiso? Yo siempre lloro en esa escena (por cierto, vi por primera vez esa peli en el cine de verano, una noche con mis padres y amigos de ellos, con bocatas y mucha felicidad en el ambiente) y no miento si les digo que, frente a aquellos escombros sobre los que, cómo no, se van a edificar torres de apartamentos, noté cómo dos lagrimones me rodaban por las mejillas. He tomado la decisión de no volver a ese lugar. Porque la vida moderna puede ser una señora histérica que no me deja pararme a reflexionar pero al menos, no me puede obligar a elegir a dónde debo dirigir mis pasos. Ojos que no ven...

El caso es que por cada cine que he visto desaparecer, siento una punzada de dolor en una parte de mi cuerpo o de mi alma, si quieren. Cinéfilos como hemos sido siempre los Dumont, no quiero ni pensar lo que diría mi padre si supiera que se han cargado casi un decena de cines, no quiero ni sacar la cuenta exacta. En fin, como también hemos sido siempre bastante socarrones, cuando pienso en estos asuntos siempre me viene a la memoria una preciosa canción de Serrat que precisamente me descubrió mi padre, porque aunaba dos de sus pasiones: el cine y la música del noi del Poble Sec.

Los fantasmas del Roxy hace referencia a un viejo cine barcelonés (un cine de reestreno preferente que iluminaba la plaza Lesseps) sobre el que se construye un banco. Todo parece ir bien hasta que los clientes y el personal se empiezan a cruzar en su día a día con Rita Hayworth, Clark Gable o Fred Astaire y Ginger Rogers. Son los fantasmas del Roxy, que no descansan en paz. A ritmo de swing, Serrat canta a la nostalgia de la memoria que, inevitablemente, se mueve a ritmo de fotogramas. Además, homenajea a una serie de salas ya desaparecidas. Si Woody Allen escuchara este tema, tamborilearía el ritmo con los dedos sonriendo y no digamos ya Terenci Moix, a quien echo muchísimo de menos, cada año más. A mí desde luego, se me humedecen los ojillos al volver a escuchar esta joya.

Hace poco pillé de casualidad y, cómo no, de madrugada, una peli de Fred y Ginger en la tele (Carefree, traducida como Amanda) y sentí por unos instantes que en lugar de estar en mi salita, estaba en uno de esos gigantescos cines con arañas de cristal, en cuyas butacas los espectadores emprendían viajes maravillosos hacia mundos inexistentes. Y quise bailar, traté de zapatear torpemente e intenté imaginarme cómo estaría yo con uno de esos trajes de lamé y plumas...

Al día siguiente salí a la calle y vi un Zara de tamaño industrial en la calle Ruzafa y noté un golpecito sobre mi hombro. Escuché que una señora con cara de llamarse Realidad me decía al oído "sigue caminando, ¿pero qué te habías creído?". Y lo único que pude hacer fue sonreír tímidamente y decirle: "Perdone usted, por un momento creí ver a Paul Newman saliendo de aquel probador. Buenos días."

;)

J. MANUEL SERRAT: LOS FANTASMAS DEL ROXY (1989)



miércoles, 13 de febrero de 2008

Poema de amor

J.M. SERRAT: POEMA DE AMOR

Vamos a hacer justicia y vamos a escuchar una de las más hermosas canciones de amor que se han escrito en nuestro idioma. Dicen que cuando uno está enamorado todas las canciones de amor parecen escritas para su historia y es absolutamente cierto, dentro del estado de bendita imbecilidad en que nos hace caer el amor, uno escucha cualquier estrofa, por mala que piensa, y suspira... Aaaay.... el amor.

Joan Manuel Serrat escribe aquí una canción de amor melancólica, que habla de tiempos mejores y suena a madurez. De cómo uno guarda el recuerdo de los primeros amores entre lo más preciado de su corazón y en especial el recuerdo de los primeros roces con otra piel, en la arena y con el mar como único testigo. Dentro de su estilo y sus imágenes habituales, Serrat nos habla de un amor con forma de barco que sabe a sal, a candil, a refugio, a pan y a la verdad que contienen todos los refranes. No hace falta estar enamorado para disfrutar de este texto, basta con entrecerrar los ojos y encontrar en esa rendija de luz las imágenes de algo hermoso ya sucedido.

Como remate de lujo, aquí está la versión original y la que hicieron Lole y Manuel en el primer "Serrat, eres único". Una auténtica maravilla, de repente pasamos de ver una playa mediterránea a ver un patio andaluz encalado, al sol del atardecer. Impresionante.

Versión de Serrat:




Versión de Lole y Manuel:



Poema de amor - Joan Manuel Serrat

El sol nos olvidó ayer sobre la arena,
nos envolvió el rumor suave del mar,
tu cuerpo me dio calor,
tenía frío,
y allí, en la arena,
entre los dos nació este poema,
este pobre poema de amor
para ti.

Mi fruto, mi flor,
mi historia de amor,
mis caricias.

Mi humilde candil,
mi lluvia de abril,
mi avaricia.

Mi trozo de pan,
mi viejo refrán,
mi poeta.

La fe que perdí,
mi camino
y mi carreta.

Mi dulce placer,
mi sueño de ayer,
mi equipaje.

Mi tibio rincón,
mi mejor canción,
mi paisaje.

Mi manantial,
mi cañaveral,
mi riqueza.

Mi leña, mi hogar,
mi techo, mi lar,
mi nobleza.

Mi fuente, mi sed,
mi barco, mi red
y la arena.

Donde te sentí
donde te escribí
mi poema.