miércoles, 21 de noviembre de 2007

El pobre diablo enamorado



Ya, ya sé, aquí se trata de hablar de canciones, que no es un blog de cine ni lo pretende, pero es que he estado pensando mucho estos días en una de mis películas preferidas, entre otras cosas porque tengo que preparar una mini-exposición y la he elegido como tema. Y me han venido muchas ideas a la cabeza, a las que no dejo de dar vueltas, me rebotan constantemente y lo hacen, cómo no, de la mano de canciones. Historias mínimas, al igual que la que se cuenta en El Apartamento, una historia cotidiana en una ciudad llena de seres anónimos. Por eso quiero hacer un experimento: primero la peli y luego las canciones.

Esta obra maestra de Billy Wilder es la historia de un hombre gris y pequeño, enamorado de una mujer gris y pequeña, en una ciudad, en una oficina, llena de seres igualmente anodinos. Ni siquiera su jefe se salva. Como bien nos explica Wilder a través de la voz en off genial al principio, Nueva York es una ciudad llena de cifras abrumadoras: 8.042.753 habitantes que, tumbados en el suelo en línea recta llegarían desde Times Square a las afueras de Karachi, en Pakistán; una oficina que cuenta con 31.259 empleados y genera al año 5.3 miles de millones de dólares en pólizas. Piso 19. Sección W. Mesa 861. J..., ¡sólo este principio ya me parece una genialidad absoluta, cerrando el objetivo hacia el ser que va a protagonizar la historia!

A lo que nos ocupa. Para empezar, diré que llamar "comedia" a esta película me parece una de las inexactitudes más flagrantes que se han cometido con eso de "etiquetar" los productos para que los correspondientes departamentos de marketing trabajen más cómodamente. A mí parece una de las historias más tristes que he visto. Una de las virtudes que se le suelen atribuir, es que no hay buenos ni malos, quizás por eso no es difícil identificarse con estos personajes tan entrañables, porque en la vida no hay mejores ni peores, todos somos perdedores y todos nos merecemos respeto y cariño. Al igual que el increíble Jack Lemmon, capaz de provocarnos rechazo y ternura a partes iguales. Y la frágil señorita Kubelik (Shirley MacLaine), que nos parece simpática y no es más que una tonta enamorada que aspira a vivir como una señora.

La historia es bien sencilla. Un tipo, contable raso, presta su apartamento a los jefecillos para que estos lleven allí a sus ligues; incluso se ve obligado a dormir en un parque, pero todo vale con tal de medrar en la empresa. Un día, un jefazo le pide la exclusiva de la llave, prometiéndole un super ascenso. Y resulta que la mujer que el jefazo, casado, quiere llevar allí no es otra que la encantadora ascensorista de quien el oficinista está perdidamente enamorado, aunque éste no lo sabe. Ya he contado bastante. La película está llena de guiños metafóricos: el oficinista quiere que le trasladen a pisos superiores, porque eso significa un ascenso; la ascensorista sube y baja todos los días, pero vive en territorio de nadie, con la esperanza de subir algún día al corazón del jefazo y quedarse allí; los de arriba quieren la llave del de abajo; el de abajo quiere la llave del cuarto de baño de arriba (lo que supone que tendrá un despacho arriba); la chica se enamora del cabrón adúltero en lugar de hacerlo del chico bueno (esa durísima frase, "Oh Dios mío, por qué no podré enamorarme de un hombre como usted. Qué loco y qué bueno es usted."); los adúlteros ponen los cuernos a sus mujeres, pero sólo en el apartamento del pobre diablo ("¿Traes a todas las chicas aquí? ¡No! ¿Por quién me tomas? Soy un respetable hombre casado..."); los vecinos del pobre diablo creen que es él el que lleva una vida de juerga continua; en fin, todo lo que gira en torno al apartamento de Lemmon se resume con la frase que éste pronuncia en la memorable noche de borrachera en el bar: "He dicho que no tengo familia, no que mi apartamento esté vacío."


En fin, El Apartamento es un cuento urbano sobre la soledad; la redención que da el amor (porque Wilder no es del todo pesimista); la ambición que tenemos todos por subir, a alguna parte; la vida y el anonimato en las grandes ciudades; la compañía que no aporta nada; la ceguera que a veces nos impide ver a las buenas personas y nos lleva a enamorarnos de quien no nos causa más que dolor.

Ya en términos más cinéfilos, El Apartamento es un guión pluscuamperfecto en el que nada falla, todo está medidísimo y sin embargo es de una sobriedad absoluta, contándonos lo justo y necesario y combinando magistralmente la ironía con el drama, para que a uno se le quede esa sonrisa amarga y tristona que sólo saben crear los grandes genios. Como la archiconocida escena del espejo en la que, sólo con un plano, Lemmon se entera de lo que todos ya sabemos acerca de su enamorada. Y ella pronuncia la frase más triste del cine cuando él le da su espejo de mano y le dice que está roto: "Ya lo sé, me gusta así. Así me veo tal y como me siento". Ahora recuerdo, y cobran sentido, las palabras de Fernando Trueba al recoger su Oscar por Belle Époque: "I don´t believe in God, I just believe in Billy Wilder".

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Bien, vayamos a las canciones.

Es curioso, que algunos boleros tienen letras increíbles pero como resulta un género tan cansino (en mi humildísima opinión), no les prestas atención hasta que no los canta otra voz, con otro estilo, o quizás un día te paras a escuchar y piensas "¿y esto es lo que llevo oyendo tantos años?". Redescubrí esta canción este verano, en la voz de Calamaro y la escucho más o menos cada semana, siempre busco un hueco porque me emociona, no lo puedo evitar. Algo contigo es la canción del amigo enamorado, el que no puede soportar estar cerca de su amiga porque en realidad se muere por darle un beso y amarla. ¿Hoy lo llamarían "pagafantas"? Quizás, el caso es que este tipo de historias han existido siempre y seguirán sucediendo, todos hemos sido Buddy y en otros momentos la señorita Kubelik, porque las relaciones entre seres humanos son así, te enamoras de quien no debes, se confunden los sentimientos y a veces no sabes cómo aguantarte para no gritarle a la persona que tienes al lado que tú eres lo que está buscando (¿es que no te has dado cuenta de lo mucho que me cuesta ser tu amigo?). Igual que Buddy-Lemmon y la señorita Kubelik, condenados a subir y bajar pisos sin estar nunca juntos...

Algo contigo - Andrés Calamaro




Y ésta es una canción de la mejor etapa sabiniana, cuando Sabina se dedicaba a explorar las miserias que encierran las ciudades, a todas las horas del día, y no sólo cuando ladran los perros del amanecer. Ciudadano Cero es una historia que nos han contado miles de veces, incluso aventuraría sin equivocarme que está basada en un hecho real publicado en algún periódico. Es la historia del Don Nadie (un individuo de esos que se callan por no hacer ruido, perdedor asiduo de tantas batallas que gana el olvido) que un día decide cometer una matanza para que todo el mundo sepa de su existencia, harto de luchar contra el anonimato que le asfixia en la gran urbe, con un grito desesperado: ¡ahora sabrá España entera mis dos apellidos! Y lo mejor que tiene esta canción es que está contada con tono de novela negra y en forma de monólogo, el que pronuncia el dueño de la pensión donde se aloja el sujeto, interrogado por el comisario. Ni un taco, ni un chistecito fácil de los del Sabina de ahora, pura crónica urbana que te pone los pelos de punta, en tiempos en los que los oficinistas americanos salen de una reunión y la emprenden a tiros contra todo el departamento. Oficinistas que trabajan en el piso 19, sección W, mesa 861...

Ciudadano cero - Joaquín Sabina



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