HARVEY WEINSTEIN: BICYCLE
(THE POSTMAN, IL POSTINO
No soy yo muy de bandas sonoras pero hay algunas melodías que llevo grabadas a fuego en la cabeza y en el corazón, casi siempre acompañadas de la película que ambientan. Ésta es una de ellas y como en estos días no me vienen muchas canciones a la mente, me he sorprendido tarareando estas notas en una soporífera tarde. Y se me ha puesto la piel de gallina.
El otro día me explicaron cómo relajarse antes de dormir, prescindiendo de la química. Uno debe visualizar una imagen agradable y lograr meterse en ella, llenando poco a poco los cinco sentidos. De vez en cuando visualizo cuadros agradables a plena luz del día (me gustaría decir eso tan poético de que sueño despierta pero mentiría) así que probaré a llevarme esas imágenes a la cama, a ver si acariciada por mi almohada consigo la tranquilidad que me falta en los últimos tiempos.
Quiero ver una playa, no sé todavía si estaré tumbada en la arena o caminando por la orilla. O quizás, como el cartero de El cartero (y Pablo Neruda), pedalee feliz mientras a mis pies brilla el mar. Quiero tocar la arena y oler el salitre, a la vez que mis ojos vislumbran florecillas en las dunas o se dejan cegar por mil tonalidades de azul. Quiero oir el rumor suave de las olas, como hace años, y paladear un poco la felicidad. Y de fondo quiero que suene este tema, porque entonces además de descansar en mi playa privada, a mi alrededor será siempre verano y nadie llorará, porque es imposible ser infeliz mientras suena esta banda sonora que para mí es de una delicadeza sólo comparable a La vida es bella o Cinema Paradiso. De hecho, esta última tiene mucho en común con Il postino, por la ternura de sus personajes, la melancolía encerrada en unos fotogramas en blanco y negro y la presencia desoladora de la muerte. Porque resulta también imposible no sentir cierta tristeza al escuchar estas notas, las que Massimo Troisi, el actor protagonista, nunca pudo oir porque murió poco después de rodar las últimas escenas.
Estoy desvariando. Voy a callarme y que suene la música. Y que me vuelva a poner la piel de gallina. Porque además, tal día como hoy, hace no sé cuántos años, alguien me regaló este disco.
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