MANOLO GARCÍA: SOMOS LEVEDAD
Mientras busco un tema que me he propuesto regalarle a cierto visitante asiduo del blog, aprovecho para hablar de otra cancioncilla, de un hombre al que hace poco vi en directo y cuyos textos en ocasiones se me asemejan a los recuerdos que compartía nuestro visitante, en otro post. Me estoy refiriendo a una canción de Manolo García. Por cierto, me comentaba cierta amiga que muchas de sus letras emplean términos de sus recuerdos de infancia albaceteña, curioso cómo mezcla este hombre el Mediterráneo y la Mancha en sus discos...
El jueves 19 de junio Manolo estuvo como siempre: redondo, potente, simpático, vibrante, divertido, carismático... Quizás más tranquilo, me decía hoy alguien (50 años ya son) o quizás es que rompí con la tradición y fui sin saberme el último LP que, lógicamente, copó el 75% del repertorio. El caso es que García nos regaló una extraña versión de El loco de la calle amerengada y recuperó Bailarás como un indio, dos regalitos que me hicieron suspirar de placer, para qué negarlo.
Disfrutaba yo abstraída del concierto cuando sonó un tema que ya es clásico en sus actuaciones, Somos levedad, y entonces saltó la chispa y recordé por qué he pasado tantas horas de mi vida escuchando a este hombre. Interioricé de nuevo aquello de sé que la fe es creer en un Dios aunque no existan, o en existir aunque ese Dios a veces no crea en ti, o en caminar aunque no brille tu estrella (por cierto, las cosas como son, una lamentable construcción gramatical).
Empeñarse en ser feliz. Ni más ni menos. Llevo semanas entregada a esta difícil consigna y se lo intento explicar a mis allegados, sin la labia de Manolo, por supuesto. Me hablaba el otro día una amiga de la fuerza mental, de que todo el que se lo propone es feliz, venga lo que venga, y yo alzaba las cejas y ponía el grito en el cielo. Pero cogí la idea y la estrujé, la manoseé y le di la vuelta hasta que conseguí entenderla, a mi manera: todo el que se empeña en ser infeliz, lo consigue. Por eso hay que creer, existir o caminar, a gusto del consumidor. Yo, convertida en walkiria o en mujer de 50 pies, lo estoy haciendo con todas mis fuerzas, tanto que a veces caigo rendida por las noches pero siempre duermo como un tronco, con la tranquilidad que dan el trabajo bien hecho y la felicidad.
Nadie ha dicho que sea fácil, eso por descontado, pero es una batalla continua que únicamente podemos librar nosotros mismos, sin ayuda. Por eso García canta a esos seres solitarios, recluídos en lo alto de una montaña, en esa cabaña que hace tantos años que estoy esperando construirme, algún día. Como dice él, caminando por la senda satisfechos mientras olemos la tormenta, sonriendo al viento y buscando esos soles que brillen para alumbrarnos. Una lucha en la que es fácil decaer pero en la que también es fácil mantener a raya al enemigo, arrinconarlo en la trinchera y enseñarle quién manda aquí. Una vez lo consigues, poco importan las decepciones personales, el sopor del día a día, las nóminas escasas o los personajillos con los que nos toca lidiar constantemente.
Pero insisto: es fundamental concentrarse y empeñarse.
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