lunes, 12 de mayo de 2008

Defendiendo a Ramoncín

Dumont & Co.
Oficina de los casos perdidos. 
Especialistas en abogacía del diablo.

Primer Cliente: Ramoncín. 

Me llena de orgullo y satisfacción defender a mi representado porque es un caso de esos que suponen un reto y casualmente este fin de semana mi cliente ha sido objeto de chanzas y críticas que desmontaré de un plumazo. Casi que no le cobraré por este primer servicio, porque no ofende quien quiere sino quien puede.

Ramoncín es un personaje cuya evolución le ha llevado, de ser una especie de icono de la rebeldía, a ser un exponente del más grimoso pensamiento pro-establishment, políticamente correcto, de manera que a medida que su rostro se rejuvenecía y guapeaba a golpe de bisturí, su popularidad iba cayendo, incluso entre los círculos que defienden posturas como la suya. Nunca entenderé, anyway, por qué adoptando una actitud idéntica a la de otros coetáneos suyos, todos le consideran un personaje risible, mientras que a los otros los disculpan. Entiéndanme, no me da más asco Ramoncín que Loquillo (en cuanto a ciertos posicionamientos pro-SGAE), Víctor Manuel o el mismo Sabina, con el que Ramón tuvo un sonado enfrentamiento el año pasado. Pero todos nos creemos con derecho a pegarle collejas al Rey del Pollo Frito, es como el listo de la clase, ese buen chaval que intenta ser de los "guays" y acaba siempre recibiendo bofetadas. Nunca lo entenderé y es ahora, años después de haberle arrinconado en mi altar particular, cuando lo recupero y quiero que se haga justicia porque, tras mucho meditar, he empezado a entender muchas cosas.

Ramoncín empieza en los últimos 70 con un rock and roll sucio, sin demasiados referentes, con eso que podríamos llamar estilo propio. El hijo de los suburbios vallecanos que se vanagloria de sus orígenes y canta a los suyos, aunque posee esa inteligencia natural que le diferencia de sus vecinos y conciudadanos. Ramón se inventa personajes que pueblan su mundo gris y hediondo de canciones: Felisín el Vacilón, Mey la Lumi, el propio Rey del Pollo Frito, el Ángel de Cuero y demás. Actúa con la cara pintarrajeada, profiere consignas contestatarias y mea al público, lo que en plena transición le convierte en un cantante cuanto menos provocador. Luego llegará la movida madrileña, que no es más que la institucionalización política de una serie de movimientos estéticos que nada tienen de contra-culturales y en esa maraña de laca de pelo, chonis, travestis y petardeo, los rockeros (Burning, Leño, Ramoncín, Loquillo) quedan como un poco desfasados, personajes de cartón-piedra que en realidad resultan ser más listos que nadie y se limitan a ver pasar el cadáver de su enemigo. Ramoncín ve la oportunidad y hace suya la máxima "si no puedes contra ellos, únete a ellos", de manera que le compone Viejo como el dolor al alcalde Tierno Galván y se deja bautizar Angel de Cuero por Umbral. Con semejantes padrinos, cría fama y échate a dormir. Comienza el personaje prefabricado.

Hacia finales de los 80 el cantautor se ha operado la nariz y se ha vuelto serio, grave, adulto. Publica Fe ciega, uno de esos discos destinados a marcar un punto de inflexión en su carrera, con el que supongo que esperaba que todo el mundo reconociera que era un buen músico, pero patina. A canciones aceptables como Ayúdame o Fe ciega, se suman bodrios como Mujer de mar o Desde mi ventana, divertimentos poco valiosos como Bailando en la acera o ¿Dónde está tu sujetador? y reivindicaciones imposibles como Ese hombre de blanco o Forjas y aceros. El problema es que ya nadie quiere reivindicar nada y el disco es flojo, aunque el single Ayúdame funciona bien. Entonces Ramoncín hace lo que todos los santos grupos de este país (salvo contadísimas excepciones, véanse Radio Futura y El último de la fila, casualmente los que se han negado a volver) han hecho cuando necesitaban pasta: un disco en directo. Se cogen unos conciertos con sonido impecable abarrotados de fans, se elige un repertorio de himnos con el que es imposible fallar, una producción aseada y ala, a vender copias de la nada. Ramoncín al límite, vivo y salvaje le reporta cuantiosas ganancias al artista y, tras un último e insufrible disco en estudio que nadie, salvo yo, compró, Ramón se convierte en personaje mediático.

Más favorecido y locuaz que nunca, lo vemos desfilar con idéntica soltura por el plató de María Teresa Campos, por debates de todo tipo y color e incluso tiene su propio programa, el Lingo, del que derivará el Tocho Cheli y con todo ello el pobre Ramón se hace la ilusión de que la intelectualidad le ha acogido en su seno con los brazos abiertos. Pobre Ramón... Autoconvencido de ser un personaje respetable y respetado, se hace portavoz de causas varias y encabeza el movimiento pro-SGAE. No voy a entrar en detalles sobre esto porque sería largo y tedioso, pero la pandilla formada por Teddy Bautista, Ramoncín y Loquillo, entre otros, tuvo su momento mediático del que se desprendía que querían cobrar por todo: por que suenen sus canciones en los bares, por la descarga de temas... Y se hicieron abanderados del canon y detractores del intercambio de canciones. Bien. Yo, que estoy en contra del canon y me descargo 1001 discos (entre ellos, la discografía completa de Ramoncín hace poco), entiendo la postura de unos señores que, aunque siguen ganando muuuuucha pasta, ven cómo se les escurre parte del pastel entre las manos. Pero parece ser que de todos ellos, una vez más, el más abucheable era el Rey del Pollo Frito, contra el que la opinión pública comenzó una feroz campaña de insultos, burlas; lo que culminó en la famosa actuación de 2006 en el Viña Rock, cuando Ramón tuvo que retirarse ante una lluvia de cds y vasos rotos. ¡¡Vasos rotos!! ¿Se puede concebir una muestra más indignante de fascismo? Y el payaso de Sabina, diciendo que el problema de Ramoncín es que no vende nada. Claro, desde luego, que Sabina haga gárgaras en sus últimos lps y la gente los siga comprando es un milagro de la Providencia Divina, pero el de Úbeda debería plantearse que quizás no sea más que el resultado lógico del aborregamiento de nuestra sociedad. Vamos, que no es para reirse del que no vende y desde luego, jamás, JAMÁS, se puede apoyar que a nadie le echen de un escenario a cubatazo limpio. Por muy pesado que sea, por muy pesetero (¿quién no lo es en nuestra industria musical?) y por muy Ramoncín que sea.

Último capítulo. Ramoncín acaba de sacar su enésima recopilación de grandes éxitos. Una vez le oí decir que el problema de Lenny Kravitz es que con su discografía sale un doble lp de temas buenos. Igualito que le pasa al de Vallecas, al que vi este fin de semana en una entrevista, más amable y achantado que nunca. El mismo fin de semana que estaba yo escuchando un programa de la Ser, digo nombres y apellidos, señor Juez: Ser Digital, presentado por el necio Chema Lapuente, en el que hablaban del canon digital. Y no se les ocurre más argumentos para criticarlo (será que no hay, madre mía) que mencionar la palabra mágica: Ramoncín. Y la otra: Eduardo Bautista (aka Teddy). Y un colaborador unineuronal dice "¿Ramoncín? ¿Qué ha aportado Ramoncín? ¿Qué ha hecho? En su vida ha compuesto una canción que venda, nunca." No, claro, el Litros de alcohol que suena en todas las verbenas y pubs cutres que se precien, eso no vende, eso no lo conoce nadie, claaaaaro... A continuación el Lapuente añade "Bueno, y Eduardo Bautista, más de lo mismo. Creo que han hecho una canción conocida..." ¿Será el Get on your knees, un puto himno para los que amamos el soul? Madre mía... Y que a esta gente les paguen... Porque luego van los pavos y me dicen que el intercambio de canciones no empobrece a la industria, ¡que no la empobrece! Vamos a ver, no seamos cínicos, una cosa es que nos bajemos discos porque el sueldo no da para más y otra muy distinta es que nos creamos que todo es bonito y la industria es boyante. Que no digo yo que la crisis de la venta de discos venga por culpa nuestra, pero vamos... Y cierran la espectacular actuación diciendo que los conciertos sostienen a la industria. No te jode, por eso pago 80 euros por ver a Bunbury, 30 por Manolo García, 90 por Springsteen... Genial.

Pero bueno, al margen de todo esto, yo pido que dejen en paz a Ramoncín. Que nunca le estaré lo suficientemente agradecida por haberme regalado Estamos desesperados, La chica de la puerta 16, Calles oscuras, Reina de la noche, Ayúdame, Por ti me he vuelto loco, Canciones desnudas, Como un susurro, Al límite y mil temas más... Que escuchar a Ramón hablar de anécdotas de los 80 con sus contemporáneos es una delicia que no tiene precio, gracias a su impresionante memoria y su amenidad. Que si cobraba o no por el supuesto trabajo desinteresado en la SGAE, no es más que problema de la SGAE. Otro día contaré cómo me hice con su discografía, pero hoy sólo quiero que nuestro bufete agilice los trámites para que a este señor le dejen vivir. Que los hay igual de patéticos, que se ríen en nuestra cara y encima les aplaudimos. Un poco de seriedad.

Ahí queda eso. Como un susurro.

RAMONCÍN: COMO UN SUSURRO

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