LOS RODRÍGUEZ: LA MIRADA DEL ADIÓS
Queridos renacuajos, es domingo por la tarde y, rodeada de aburridos apuntes de gramática alemana, quiero hacer un alto en el camino para reflexionar en el odioso ambiente que se respira a estas horas de la semana. Vamos a intentar hacer una carambola cibernética, estrictamente basada en hechos reales.
De vez en cuanto me baila una frasecilla en la cabeza y tarareo una canción de Los Rodríguez, La mirada del adiós. Es curioso pero esa canción me viene a la cabeza una y otra vez desde hace años y he pensando miles de veces en el significado de ese arranque tan genial: Cuando me di vuelta ya no estabas, yo sólo buscaba la mirada del adiós. Siempre te escapabas y no hubo ni siquiera esa mirada del adiós entre los dos.
Andrés Calamaro tiene un defectillo... y es que a veces es un poco cansino. Entiéndanme, el argentino es genial (que no un genio) pero cuando te lanza un doble lp y apenas un año después te vuelve a lanzar un ¡quíntuple! cd y a eso le sumas la reedición de sus 3 primeros trabajos y un disco de tangos y canciones populares... Pues una coge "calamaritis", que es un mal que te impide acercarte a él durante tiempo, hasta que un día, de repente, por sorpresa, descubres que te has curado y quieres oir algo de él o recuerdas que tenía una canción que te encantaba. Y lo retomas pero con cuidado, para no recaer, escuchas un lp llevadero (Honestidad brutal), algo de Los Rodríguez (evítese cualquier hit insufrible tipo Hace calor o Canal 69) y te reconcilias con el argentino.
El caso es que Andrés hace grandes canciones y de vez en cuando, al menos a mí me pasa, te salpica una frase redonda como la que hoy nos ocupa. Ignoro si es suya o de alguno de sus compinches, o si está extraída de algún otro autor, la cuestión es que estas palabras son BRUTALES... Cómo captar en cuatro palabras algo tan impalpable e intenso como un sentimiento, una percepción o toda una historia de amor resumida en un gesto: la mirada del adiós. ¿Alguien no ha sentido alguna vez que hacía algo o miraba a alguien por última vez en su vida? ¿Alguien ha experimentado alguna vez esa mirada tan especial? O lo peor, darse la vuelta y ver que ya no hay nadie, saber que esa mirada no está y que la historia ha terminado para siempre; como bien reclama Calamaro, todos tenemos derecho a la mirada del adiós. Esa manera especial de mirar que tiñe luego los recuerdos de sepia o blanco y negro.
Vamos ahora con la pirueta. Estaba yo un día navegando en la red, aburrida, y se me ocurrió teclear "la mirada del adiós" en Google, un divertimento que me llevó a la web oficial de Pedro Almodóvar, en la que se explican ampliamente todas sus películas. Y La mirada del adiós aparecía, oh dios mío, como epígrafe en mi película preferida del manchego: La flor de mi secreto. Probablemente una de las más normales que ha hecho en su colección de despropósitos, una historia de amores y desamores sencilla, en la que las amigas se engañan, los maridos se desenamoran y los gorditos acaban enamorados hasta las trancas de las chicas guapas. A Marisa Paredes está a punto de abandonarla su marido y así explica el propio Almodóvar la escena de la ruptura:
Los escalones que le alejan de Leo suenan como campanas que tocan a muerto. Y eso es lo que anuncian, la muerte de su amor.
Recostada en la esquina del descansillo, Leo escucha paralizada el sonido de las pisadas de Paco. Una a una, escalón por escalón, hasta llegar a la calle.
Es la mirada torrencial del adiós.
No quise quitarle un solo fotograma, un solo peldaño, una sola lágrima. A partir de ese instante Leo y Paco caminan en direcciones opuestas.
Im-presionante ¿no?
Estos días he vuelto a pensar en la dolorosa mirada del adiós y la mala costumbre que tenemos de bajar la vista cuando la otra persona tiene derecho a ver nuestros ojos en ese momento. Pero claro, es más fácil desviar la mirada y centrarse en, por ejemplo, vigilar dónde ponemos el pie para dar el siguiente paso mientras caminamos. Al fin y al cabo, se trata de seguir andando.
Para terminar, ya que he enlazado con La flor de mi secreto, aprovecho para compartir otra frase que me viene muchas veces a la mente, que está en el fantástico guión de esta película. Toda ella está plagada de guiños a los clásicos y uno de los más emotivos es el empleado por Juan Echanove, parafraseando a Bogart en Casablanca, para declarar su amor (algo antiguo y torpón, de los de antes) a Marisa Paredes. Cuando Ilsa le pregunta a Rick si recuerda la última vez que se vieron, él contesta: Recuerdo perfectamente ese día (era el día que los alemanes ocuparon París). Los alemanes vestían de gris y tú de azul.
Cuando a Marisa Paredes la abandona su marido, se lanza a la calle con la intención de suicidarse de alguna manera, andando sin saber muy bien a dónde ir. Se pierde en una multitudinaria manifestación de estudiantes y entre la muchedumbre, a punto del desmayo, Echanove la recoge y la lleva a su casa. Ella viste de azul. Tiempo después, tras cenar juntos pasean por la preciosa Plaza Mayor de Madrid y él le dice a ella, con esa mirada inconfundible del gordito enamorado: De azul vestías tú el día en que huyendo de tu vida te chocaste con la mía.
GUAUUUUUUUU... sobran las palabras. :'')
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