SUGARFREE: SCUSA MA TI CHIAMO AMORE
Perdona si lo llamo literatura
Si éste no es un blog de cine, queridos amiguitos del alma, menos aún lo es de crítica literaria pero como es mi coto privado de caza, me salto mis propias normas y hoy traigo a la palestra un libro que está despertando mi indignación últimamente. También hablaremos de canciones, también, no se me inquieten y esperen al final.
Una, devoradora del chick-lit de Marian Keyes y desprovista (casi) por completo de prejuicios en estos menesteres (eso sí, no me den ustedes El diario de Bridget Jones que me sale urticaria), se lanzó con cierto interés a ese libro que en Italia hace furor y que se acaba de estrenar en el cine: Perdona si te llamo amor. Estos días su autor ha firmado ejemplares en la Feria del Libro y decenas de adolescentes han hecho cola para conocer a alguien que “te hace volver a creer en el amor”. Me gustó el título, me hizo pensar en una historia romanticona y entretenida, suficiente para mis tardes-noches de hastío entresemanales. O eso pensé yo.
Perdona si te llamo amor está escrita por un periodista hijo de periodista, Federico Moccia, que se ha considerado suficientemente dotado también para dirigir la película de su novela, y que ha registrado ventas millonarias con este libro, con su debut Tres metros sobre el suelo, y el posterior, la secuela Perdona pero quiero casarme contigo.
Nos encontramos aquí con Alessandro, un publicista guapo, triunfador, amable, brillante aunque no pedante, seductor pero no promiscuo, con un toque de estilo que le lleva a combinar Adidas con traje de chaqueta y le hace supuestamente irresistible. Ya lo decía Clandestino Menéndez en una de sus Críticas Acompasadas, centrada en De todo lo visible y lo invisible de Lucía Etxebarría: vale que el autor se proyecte en su protagonista, pero córtate un poco y no te pintes como alguien estupendo que todo lo hace bien. Viendo la estudiada foto de Moccia en la contraportada uno cree estar viendo a Alessandro y produce cierto sonrojo ajeno el tosco autorretrato contenido en este personaje que, sin un ápice de espesor psicológico, nos recuerda a un dibujo de Jordi Labanda o a un maniquí de Armani Man. Por cierto, la egolatría de Federico Moccia llega hasta el punto de citarse a sí mismo en los diálogos de las adolescentes y sin rastro de ironías o autocrítica. Debe de considerarse un referente entre la muchachada.
A Alessandro lo abandona su novia nada más empezar la historia y sufre un absurdo accidente en su coche contra una adolescente que resultará ser su gran amor. La novia ni está, ni se la espera, aunque su ex la miente a diario parece que todo se le olvida cuando ve a la púber cuya verborrea me hace sentir ganas de abofetearla a los 5 minutos o de enviarla interna a Guadalajara. Pero él no, nuestro brillante creativo se enamora… Niki es majísima (aunque no hay quien la aguante, francamente), guapísima (aunque el autor no dedica ni una línea a describirla, sólo sabemos que lleva melena) y se propone casarse con el publicista en cuanto lo ve.
Especialmente vergonzantes son sus diálogos iniciales en el coche, en situaciones absolutamente increíbles. Algo tipo, “quita la radio”, “no quiero”, “¿por qué?”, “porque es nuestra canción”, “si no te conozco de nada…” Lo normal, vamos. Y es que Niki, amiguitos, tiene la particularidad de no dar puntada sin hilo, es decir, TODO lo que dice es sesudo, con toques de ironía precoz, inteligente, chispeante… ¿Nadie recuerda que los adolescentes son las personitas más insufribles sobre la tierra?
Un casi cuarentañero recogiendo a una menor en el instituto, los padres de la menor que se conforman con un sms como explicación a sus llegadas de madrugada a casa, una menor que se prenda de un cuarentañero, cuando todos los mayores de 30 sabemos que los adolescentes nos ven como supervivientes de la primera glaciación… Alguien debería explicarle a Moccia la diferencia entre real y verídico, porque la delgada línea que une estos conceptos se ve aquí groseramente pisoteada, eso sí, con Adidas.
A Alessandro le han encargado una campaña multimillonaria en competición con otro cerebrito de su empresa y aunque el protagonista es supuestamente autor de campañas de Nike (ahí te has pasado, Moccia), recurre a la ayuda de Niki, que no sólo es valiosa sino que es brillante y fundamental para ganar la campaña. Y aún hay más, como Niki no dibuja, su amiguita Olly (una jovencita con una sorprendente naturalidad para describir sus técnicas amatorias en las que es una maestra, vamos, lo normal) le prepara unos dibujos, que, adivínenlo, hacen temblar de emoción al mismísimo dueño de la agencia. Ah, la potente campaña de publicidad se despacha con dos ilustraciones hechas a mano y Alessando ni se toma la molestia de asistir a la reunión para presentarla, “me voy a mezclarme entre la gente”, le dice a su jefe, y éste se queda tan contento. Todo en una línea muy realista, como podrán comprobar. Sin mencionar que Alex presenta a Niki a su jefazo, “ésta es una colaboradora”, en fin, neorrealismo italiano.
Luego viene el polvete entre los jazmines, la absoluta maestría de Nikki en la cama a pesar de sus 17 años y su única experiencia sexual previa, una especie de crisis de los 40 de sus padres, las hilarantes (por patéticas) escenas de la pandilla de amiguitas… Por cierto, la pandilla de amiguitas tan simplonamente concebida como el resto de personajes: la putita, la virgen, la estudiosa y la deportista alocada inteligente, que es nuestra Niki. No sigo. Entre otras cosas, porque no me lo pienso terminar de leer, ya he perdido mucho tiempo en esta vida y como decía (creo) Borges, me entra ansiedad cuando pienso en todas las obras maestras que ya no me dará tiempo a leer.
Lo olvidaba, no me voy sin añadir que esta prosa hilada con cuatro o cinco verbos básicos y otros tantos adjetivos está salpicada de referencias metidas con calzador: cantantes populares italianos al nivel de Alejandro Sanz (¿se imaginan citando en una novela “tiritas pá este corazón partío”?), algo de Dylan, algún autor más o menos conocido que surge en escenas que dan risa, al estilo “el protagonista se levanta mentando a Bryce Echenique, y algo de cine (Closer, una y otra vez, y bodrios comerciales americanos).
Pero Moccia también recurre a un manidísimo (aunque no por ello menos maravilloso) clásico y es ahí donde comete un fallo imperdonable que procedo a explicarles. Alessandro camina desesperado por un puente y recuerda a James Stewart en Qué bello es vivir, oh sí, se siente identificado con ese George Bailey a punto de tirarse al río porque el destino le es hostil a pesar de haberse entregado a los demás toda su vida. Y Alex recuerda a Clarence, el ángel que decide mostrarle a Bailey lo que hubiera sido la vida de sus allegados si él no hubiera nacido, empezando por que su hermano habría fallecido a los 7 años al caer del trineo al agua helada, si George no hubiera estado allí para salvarle. Pero Alessandro no debe de recordar bien la escena, ya que dice “su hermano no habría nacido de no haber estado él allí”. Mi querido Federico, para citar una película hay que haberla visto y como se presupone que te ha marcado, hay que conocerla al dedillo y si no es así, uno la revisa, una o setenta veces siete. Por otra parte, si estuvieras citando un minoritario producto indo-pakistaní se te perdonaría (entre otras cosas, ninguno de tus lectores te pillaría el fallo, ni yo misma) pero no debes olvidar que Qué bello es vivir se proyecta todas las Navidades desde el año 60 y pico en todos los canales de todas las televisiones del mundo… Y para terminar, es imposible que el hermano de George Bailey no hubiera nacido de no haber estado Bailey allí, a no ser que el personaje de Stewart tuviera conocimientos de Obstetricia… ¿Eso se llama un error de coherencia?
Pero sin duda lo peor que tiene esta obra no es su lenguaje propio de patio escolar, ni su apabullante colección de tópicos sobre el amor, los adolescentes, estereotipos laborales, ni su condición de guía del ocio de Roma al citar insistemente cientos de locales de copas y restaurantes, ni la increíble historia que en ella se cuenta, ni el torpe desarrollo de los hechos. Lo realmente imperdonable, por supuesto desde mi humilde punto de vista, es que esta prosa es soporífera. Ni libro de aeropuerto, ni relax en las tardes de verano, ni apto para románticos. Un truño tedioso, eso es lo que es Perdona si te llamo amor.
Como el cine está muy caro, voy a hacerles un favor y aquí les pego una crónica de la película Perdona si te llamo amor y no me iré sin aclarar algo sobre el título que, como ya he dicho, es lo que más me gusta de la novela.
http://www.cine.fanzinedigital.com/6358_1-Perdona_si_te_llamo_amor.html
En realidad la novela debería titularse “Perdona, pero te llamo amor”, ya que la frasecilla surge de un diálogo edulcorado entre Niki y Alessandro, algo así como (cito de memoria):
Ella: Mañana nos vemos, amor.
Él: ¿Qué? ¿Qué has dicho?
Ella: Que me tengo que ir.
Él: No, repite lo último que has dicho.
Ella: Ah, lo siento si no te gusta. Perdona pero yo te llamo amor.
En fin…
Durante todo el libro, el moderno Federico Moccia cita a grupos y cantantes italiano para adolescentes y a algún veterano como Eros Ramazotti o Lucio Battisti, que es lo que podríamos llamar banda sonora del romance ya que a Alex y a Niki les encanta. Junto a ellos, Niki menciona de pasada a Prodigy y varias veces a Robbie Williams. Ante semejante panorama, traigo al grupo que ha compuesto el tema central de la película que, ya ven, se deja oir... Muy al estilo de los temas centrales ochenteros que escuchamos en tantas y tantas películas de nuestra juventud.
Ayer veía las imágenes de Federico Moccia en la feria del libro, con la misma gorra que luce en la contraportada de la novela que ha conseguido acabar con mi paciencia. Leo que según la leyenda marquetiniana, la sobrina de no sé qué productor italiano fue la que habló a su tío de aquella historia que la había cautivado y el propio escritor afirma que no se creía lo que estaba oyendo cuando recibió la llamada del productor. Desde luego, es para no creérselo.
Feliz lunes. Les dejo con Sugarfree (atención, momento Los Caños).
lunes, 31 de mayo de 2010
jueves, 20 de mayo de 2010
Bajo la ciudad
SERGE GAINSBOURG: LE POINÇONNEUR DES LILAS
Sous mon ciel de faillances,
je ne vois briller que des correspondances
Últimamente viajo mucho en metro, por motivos de trabajo. Desde mis tiempos de facultad no había vuelto a utilizar este medio de transporte y ahora lo hago más o menos una vez a la semana, siempre con el mismo trayecto: de mi oficina a un hospital y viceversa. Hago un transbordo, pasando de una línea moderna a otra de las antiguas, la misma que hace dos años causó un trágico accidente en el que murieron casi 50 personas.
La cuestión es que en el transbordo, en el recorrido entre tren y tren que apenas dura un minuto, hay una cafetería muy escondida, diminuta, con una barrita y un par de sillas. Les podría decir, si esto fuera una película americana, aquello de "donde sirven la mejor bollería de la ciudad" pero no llego a tanto. Sí es escandalosamente barata y cuando el tiempo me lo permite (y si no también, qué demonios) suelo pararme a tomar algo. El tipo que regenta el mini-bar es también pequeño y muy serio, sin concesiones al buen humor o a las sonrisas. Creo que es argentino.
Me resulta curioso sentarme en una de las sillas a masticar y tomar café mientras veo pasar a toda esa gente que me mira con cara de extrañeza. Deben de pensar que hay sitios más atractivos en el exterior pero a mí me gusta quedarme en esa especie de limbo entre trenes, entre recorridos, en mitad de la rutina. Y observo ese pequeño submundo, la cafetería minúscula y una tienda de caramelos enfrente, en la que casi nunca veo entrar a nadie.
Aunque no me gusta repetirme, es inevitable recurrir a Gainsbourg y Le poinçonneur des Lilas, ya saben, la miserable historia del revisor que vive atrapado entre paradas y transbordos y que sólo ve los agujeros de los billetes, pensando en un agujero por el que escapar algún día de su existencia gris. Hoy sonaba esta canción en mi Ipod mientras hacía mi trayecto habitual de metros y autobuses, con la cabeza en otro sitio y los ojos igualmente perdidos. Qué maravilla de tema, no me canso de oírlo, adoro a este hombre.
Feliz jueves.
Sous mon ciel de faillances,
je ne vois briller que des correspondances
Últimamente viajo mucho en metro, por motivos de trabajo. Desde mis tiempos de facultad no había vuelto a utilizar este medio de transporte y ahora lo hago más o menos una vez a la semana, siempre con el mismo trayecto: de mi oficina a un hospital y viceversa. Hago un transbordo, pasando de una línea moderna a otra de las antiguas, la misma que hace dos años causó un trágico accidente en el que murieron casi 50 personas.
La cuestión es que en el transbordo, en el recorrido entre tren y tren que apenas dura un minuto, hay una cafetería muy escondida, diminuta, con una barrita y un par de sillas. Les podría decir, si esto fuera una película americana, aquello de "donde sirven la mejor bollería de la ciudad" pero no llego a tanto. Sí es escandalosamente barata y cuando el tiempo me lo permite (y si no también, qué demonios) suelo pararme a tomar algo. El tipo que regenta el mini-bar es también pequeño y muy serio, sin concesiones al buen humor o a las sonrisas. Creo que es argentino.
Me resulta curioso sentarme en una de las sillas a masticar y tomar café mientras veo pasar a toda esa gente que me mira con cara de extrañeza. Deben de pensar que hay sitios más atractivos en el exterior pero a mí me gusta quedarme en esa especie de limbo entre trenes, entre recorridos, en mitad de la rutina. Y observo ese pequeño submundo, la cafetería minúscula y una tienda de caramelos enfrente, en la que casi nunca veo entrar a nadie.
Aunque no me gusta repetirme, es inevitable recurrir a Gainsbourg y Le poinçonneur des Lilas, ya saben, la miserable historia del revisor que vive atrapado entre paradas y transbordos y que sólo ve los agujeros de los billetes, pensando en un agujero por el que escapar algún día de su existencia gris. Hoy sonaba esta canción en mi Ipod mientras hacía mi trayecto habitual de metros y autobuses, con la cabeza en otro sitio y los ojos igualmente perdidos. Qué maravilla de tema, no me canso de oírlo, adoro a este hombre.
Feliz jueves.
lunes, 17 de mayo de 2010
Hoy
LEONARDO FAVIO: CHIQUILLADA
Pantalón cortito, bolsita de mis recuerdos
(Entrada susceptible de ser actualizada)
Internet en casa, en el trabajo, everywhere.
Los correos electrónicos, los adjuntos, los virus.
La discografía de los Beatles en un dvd.
El mp3 en sus múltiples variantes.
Las descargas de música. En 5 minutos te haces con la discografía de Elvis. En 10, con su filmografía.
Una casa de 130 metros cuadrados, con una biblioteca llena de recuerdos.
Adiós al viejo Corsa.
Adiós al vídeo VHS, bienvenido DVD grabador.
El 3D en el cine.
El pelo oscuro.
Las agencias, las porcelanas y el Inem.
Grecia, Marruecos, Nueva York.
Adiós a Paul Newman, a Charlton Heston, Antonio Vega, López Vázquez, Fernan-Gómez, Vázquez Montalbán, Michael Jackson, George Harrison, Terenci, Gregory Peck, Umbral, la Jurado, la Dúrcal. Me dejo a muchos.
Fotos y música en un móvil.
Fotos que se pueden ver sin revelar el carrete.
Adiós al Tyris, el Serrano, el Artis, el Rex, el Aula 7, el Acteón, los Aragón, el Metropol, los ABC Martí y desde ayer, a los Albatros.
Una Liga, una copa, una Europa League y varias finales de Champions.
El 11-S y el 11-M. La crisis. Bush, Obama, Zapatero, Sarkozy.
Nuevas incorporaciones: Miguel, Marcos, Ania, Nicolás (x 2), Maya, Laura, Juan, Mencía, Claudia, Lola, Bruno...
La TDT.
Adiós a Antonio, Juan, Justo, Vicente O., José Justo, Efraín, Mercedes, Eduardo. Me dejo a algunos.
El sol, las terrazas, las dulces tardes de invierno, las mañanas en la playa con amigos, las películas en el sofá por la noche, los programas que te hacen reír, las manitas de cerdo, las cabezas de cordero, las risas, los almuerzos con más amigos, las lágrimas y los momentos duros, los entierros. La vida.
Pantalón cortito, bolsita de mis recuerdos
(Entrada susceptible de ser actualizada)
Internet en casa, en el trabajo, everywhere.
Los correos electrónicos, los adjuntos, los virus.
La discografía de los Beatles en un dvd.
El mp3 en sus múltiples variantes.
Las descargas de música. En 5 minutos te haces con la discografía de Elvis. En 10, con su filmografía.
Una casa de 130 metros cuadrados, con una biblioteca llena de recuerdos.
Adiós al viejo Corsa.
Adiós al vídeo VHS, bienvenido DVD grabador.
El 3D en el cine.
El pelo oscuro.
Las agencias, las porcelanas y el Inem.
Grecia, Marruecos, Nueva York.
Adiós a Paul Newman, a Charlton Heston, Antonio Vega, López Vázquez, Fernan-Gómez, Vázquez Montalbán, Michael Jackson, George Harrison, Terenci, Gregory Peck, Umbral, la Jurado, la Dúrcal. Me dejo a muchos.
Fotos y música en un móvil.
Fotos que se pueden ver sin revelar el carrete.
Adiós al Tyris, el Serrano, el Artis, el Rex, el Aula 7, el Acteón, los Aragón, el Metropol, los ABC Martí y desde ayer, a los Albatros.
Una Liga, una copa, una Europa League y varias finales de Champions.
El 11-S y el 11-M. La crisis. Bush, Obama, Zapatero, Sarkozy.
Nuevas incorporaciones: Miguel, Marcos, Ania, Nicolás (x 2), Maya, Laura, Juan, Mencía, Claudia, Lola, Bruno...
La TDT.
Adiós a Antonio, Juan, Justo, Vicente O., José Justo, Efraín, Mercedes, Eduardo. Me dejo a algunos.
El sol, las terrazas, las dulces tardes de invierno, las mañanas en la playa con amigos, las películas en el sofá por la noche, los programas que te hacen reír, las manitas de cerdo, las cabezas de cordero, las risas, los almuerzos con más amigos, las lágrimas y los momentos duros, los entierros. La vida.
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